Mariposas
Cuando se habla de animales venenosos, enseguida pensamos en serpientes o en arañas y escorpiones, poseedores de potentes toxinas capaces de ocasionar accidentes muchas veces fatales en humanos, conocidos con los términos médicos de ofidismo y aracnoidismo respectivamente. Pero la Naturaleza también ha dotado de ese poder a otros seres, que por su debilidad y fragilidad necesitaban protegerse de sus predadores. Y así, a pesar de su belleza, también las mariposas pueden llegar a ser peligrosas. Los pájaros ya las conocen. Saben que aquellas que lucen combinación de los colores rojo, amarillo, anaranjado o blanco con el negro no deben ser ingeridas. Esta combinación de colores, que también fue imitada por el hombre para señalar situaciones de peligro se conoce como aposemática. Los principios químicos que le otorgan un sabor desagradable y cierta toxicidad los obtienen de las plantas con las cuales se alimentan las larvas, que por ejemplo en el caso de Heliconius erato phylis, provienen de la Pasionaria o Mburucuyá. Pero nosotros no nos alimentamos de mariposas. Entonces ¿Cuál es el peligro para el ser humano?
Con este término se designa el envenenamiento provocado por ciertas orugas de mariposas nocturnas, principalmente especies pertenecientes a la familia Saturnidae. En realidad, el término correcto sería erucismo, derivado del latín “eruca” que significa oruga, debiendo reservarse el primer término a los casos en los que estén involucrados los insectos adultos, pero la práctica llevó a que se utilice incorrectamente ‘erucismo’ cuando aparecen lesiones dérmicas, aplicándose el de ‘lepidopterismo’ cuando los síntomas del envenenamiento indican una afección sistémica.
Debido a la intensa deforestación y avance de la urbanización
sobre zonas de monte, se ha visto facilitado el contacto entre
las orugas y el hombre, haciendo cada vez más frecuentes los
casos de accidente provocados por sus toxinas.
Las orugas de Lonomia oblicua (Familia: Saturnidae) conocidas en la provincia de Misiones con el nombre de
“Taturana”, vocablo que en lengua guaraní significa “parecido al fuego”, y como “lagarta do fogo” en Brasil,
son las principales protagonistas de estos accidentes. Con 6 a 7 cm. de largo y de color claro a marrón verdoso,
tienen el cuerpo recubierto con espinas en forma de pino de color verde, a través de las cuales transmiten la toxina.
De hábitos gregarios, se alimentan durante la noche con las hojas de las plantas hospedadoras, y se agrupan en la base
del tronco para descansar durante el día. Luego de cinco a siete meses se refugian bajo la hojarasca seca del piso para
pasar al estado de pupa. Los accidentes se producen generalmente al ser tocadas o apretadas entre las manos durante las
tareas rurales.
La toxina de acción fibrinolítica, una vez inoculada a través de la piel, penetra en el torrente sanguíneo provocando
hemorragias generalizadas. El primer signo es un fuerte dolor en el lugar de contacto con sensación de quemazón.
Luego aparecen náuseas y vómitos. Más tarde, pérdidas de sangre por nariz y encías, petequias y hasta puede haber
hematomas.
Finalmente hematuria, pudiendo causar la muerte por falla renal aguda. El único tratamiento efectivo es el suero
anti-lonomia que es elaborado por el Instituto Butantan de San Pablo, Brasil.
El primer caso fatal en nuestro país se produjo en la provincia de Misiones en abril de 2016, cuando un niño
aborigen de ocho años que vivía en la localidad de Aristóbulo del Valle rozó su pierna con una de estas orugas
mientras jugaba a la pelota en el monte del “Cuñá Pirú”.
También otras orugas de la familia Saturnidae, conocidas como “gata peluda” o “bicho quemador”
precisamente por tener el cuerpo cubierto con pelos urticantes, lo que les confiere cierta inmunidad
ante posibles predadores, pueden ocasionar reaciones alérgicas eritematosas y pruriginosas al rozar
con la piel humana debido a la histamina y otras sustancias producidas por sus glándulas, pero sin
llegar a provocar efectos tóxicos.
En la especie Hylesia nigricans no sólo las orugas pueden originar accidentes, ya que las hembras
adultas conservan en la parte distal del abdomen los pelos urticantes huecos y en punta de flecha
que cubren a la oruga, los que pueden desprenderse cuando atraídas por la luz se introducen en las
viviendas humanas, provocando dermatitis y en algunos casos irritación de las vías aéreas al ser
inhalados, con la consiguiente afección respiratoria.
Últimamente se han registrado varios casos de accidente, especialmente en niños, por tomar contacto con las orugas de la familia Megalopygidae, conocidas vulgarmente con el nombre de “peluche”, “gatiño”, o “pekinés”, las que tienen el cuerpo recubierto por pelos largos, suaves y coloridos, pero que esconden por debajo las púas urticantes.